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El glamour perdido

Hace unas semanas por motivos laborales hice un “salto” a Italia que no tuvo desperdicio.
Salí del aeropuerto de Valencia a media mañana, aterricé en Bolonia y dormí en un hotel de Parma. Me levanté temprano, tomé un taxi que me llevó hasta una empresa en los alrededores de Milán.
Tras una visita de negocios de un par de horas salí en taxi disparado a coger un avión en Bérgamo que me posó a media tarde en Valencia.
Entretenido sin duda y laboralmente fructífera.

Pero quiero traer aquí el desengaño sufrido durante el vuelo.
Los vuelos los hice con la compañía de bajo coste Ryanair.

No hace muchos años que se podía leer en las revistas de moda y del corazón bonitas historias sobre romances surgidos entre glamurosas azafatas de vuelo e importantes pasajeros. Me parece estar viendo a las exuberantes azafatas de vuelo con una altura respetable, rubias y con impecable uniforme.
Caminaban ellas por los pasillos del avión mostrando su amplia sonrisa, andar pausado y repartiendo atenciones por doquier. Bebidas, caramelos, refrigerios variados, revistas y glamour, mucho glamour.
Qué anuncios aquellos de “Iberia, Líneas Aéreas”.

Conocidas son las sonadas bodas entre impresionantes azafatas de los años setenta e importantes empresarios o artistas de éxito que ocupaban primeras portadas en el “Hola”.

Pero llegaron las “low cost”. Y empieza el infierno.

Para empezar el billete de avión lo tienes que traer impreso desde casa o pagas recargo.
La maleta no puede pesar más de 10 kg ni ser más gruesa de los 20 cm. Mi portátil con batería, cargador y móvil con cargador ya ocupan y pesan más de la mitad de lo permitido.
Todavía no hemos embarcado y estoy empiezo a mosquearme.

¿Dónde quedaron los flamantes “fingers”?
Tras pasar la puerta de embarque y entregar tu propia impresión del billete cruzas un pasillo y accedes a la pista de aterrizaje. Un “auxiliar” identificado con chaleco reflectante te manda hacia el avión. Las “jardineras” ya son objetos del pasado y te obsequian con un aireado paseo hasta la escalerilla del avión.
Una vez en el avión te das cuenta por qué algunos pasajeros corrían más que caminaban. Los asientos no están numerados y “maricón el último”. Te sientas allí donde queda un hueco si no has sido listo en la carrera hasta el avión. Más tarde me cuentan que si pagas un suplemento tienes derecho a embarque preferente que es como conseguir que en la carrera hacia el avión te permitan estar en el cajón de los etíopes.

El avión es como cualquier otro y además vuela. Pero ahora empieza el espectáculo.
Los auxiliares de vuelo, que ya no son azafatas, te cuentan todo tres veces (español, italiano e inglés). Normas de vuelo, seguridad, tiempo de vuelo, etc…
Finalmente acaban y pienso en echar una cabezadita o leer alguna revista.
Prensa no reparten y en su defecto te prestan una revista promocional de la línea aérea que contiene algún artículo de interés. Los asientos ya no disponen de bolsa delantera que habitualmente contenían estas revistas. Por los estrechos pasillos van repartiendo esas revistas que tras un primer vistazo descubres que han pasado por muchas manos anteriormente. Al finalizar del vuelo te la reclaman para que los siguientes ocupantes del vuelo puedan hacer uso de ellas. Ahorrar ahorran.
Los auxiliares se turnan para, a voz en grito, promocionar las bebidas, bocadillos, dulces y cuarenta cosas más que comer y beber. Todo por triplicado.
No callaran ¡no!.
Después de la comida y bebida se lanza sobre el micrófono otro auxiliar para que compremos billetes de lotería para un sorteo de una importante suma de dinero. Y por supuesto lo repiten tres veces. Esto empieza a parecer un curso de idiomas rápido.
No salgo de mi asombro. Pero por si no quedó claro otro auxiliar se desplaza por el pasillo repitiendo lo mismo. Según la cara que pongas cambian de idioma. La mía debía ser esclarecedora pues no dudó en emplear el español.
Pero el espectáculo debe continuar y tras la lotería empiezan con la venta de perfumería libre de impuestos. Tres veces también.
Así no hay forma de dormir.

Cuando creía que mi capacidad de asombro no podía saturarse apareció un nuevo auxiliar de vuelo al asalto del micrófono para promocionar la venta de PULSERAS MAGNÉTICAS.
Increíble y además por triplicado.

Finalmente el avión aterriza. No hay mal que cien años dure. Y una vez las ruedas en la pista y el avión frenado ponen la musiquilla del “séptimo de caballería”. Horteras.

Y lo peor todavía por venir. En el viaje de vuelta me tocó aguantar lo mismo. Y por triplicado.

¿Dónde quedó el glamour de viajar en avión?

Comentarios

el Sr. Skywalker ha dicho que…
Claro, amigo ¿Qué esperabas?
¿Acaso has pagado 2.000 leuros por tu billete?
¿Acaso has aparecido por la puerta del aeropuerto con una limusina, zapatos de tacón y gafas de sol?
¿Acaso le señalaste tu abrigo de visón blanco a algún garçon para que te lo quitara?
¿Acaso llevabas 6 caniches sujetos por seis correas?
¿No? Pues ya está.
A joderte y a correr como todos.
El Impenitente ha dicho que…
Sólo viajé una vez en Ryanair (a Estocolmo junto a unos amigos vuestros) y me dieron ganas de balar o de mugir.

Prefiero viajar en línea regular. Pagas más. No seré glamouroso pero por lo menos viajar en avión sigue teniendo cierto encanto. En Ryanair parecía que fuésemos en un tren ganadero.
GARRATY ha dicho que…
Pues yo volé una vez con Ryanair, a París, y no encontré nada fuera de lo habitual. Lo único lo de los asientos sin dueño y que aterrizamos en una aeropuerto llamado París-Bouvais que es como si existiese un Valencia-Albacete.
Completamente de acuerdo en cuanto al tema azafatas. Junto con la vulgarización de las dependientas del Zara uno de los grandes dramas del principio de siglo. El día que un ejecutivo de linea aérea decidió contratar al primer azafato fue un día infame para la humanidad.
por cierto, ojito con los italianos porque son unos estafadores de cuidado.
Altosybajos ha dicho que…
Deberíamos crear una plataforma que promocionase la reaparición de las azafatas en su sentido más clásico.
La segunda reivindicación de la plaraforma sería la defensa de los acompañantes masculinos de las mujeres cuando compran trapitos. Tan importante como los precios y los tejidos es la elección de las dependientas por parte de los propietarios de las tiendas de moda.

¿Recojo firmas?

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