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Mostrando entradas de octubre, 2015

Cumpliendo años.

Vamos cumpliendo años. Y las oportunidades son escasas. Las que vale la pena aprovechar hay que perseguirlas y hacer el esfuerzo que sea necesario para no dejarlas escapar. Ya voy aprendiendo a diferenciar lo que realmente me interesa y no tengo ganas de perder el tiempo.     Una inesperada oportunidad de recuperar una vieja amistad, muy querida en su momento, es como tener la oportunidad de recuperar un tesoro perdido.   ¿Y para qué? Pues para algo muy sencillo. Tomar un café y charlar. ¿Algo más? No lo sé.   Desgraciadamente, si la ciencia no lo remedia, nos quedan más años por detrás que por delante. Hay tiempo para todo y no quiero perder un minuto del tiempo que me queda por delante. Pero en absoluto me parece una pérdida de tiempo poder sentarme alrededor de un café y repasar los años pasados. Contarlo es como una valiosa terapia que nos permite volver a saborear viejos recuerdos que rejuvenecen el alma.   Y sí; quiero hacerlo contigo

La mujer del autobús. 1ª parte.

Como cada domingo a las 11:30 tomaba aquel autobús urbano que le llevaba al parque central de la ciudad. Lo hacía así durante los últimos tres años.   Nadie ni nada concreto le esperaba allí. Aquello se había convertido en su rutina dominical del mismo modo que de lunes a viernes salía de casa a trabajar de ocho a seis. Los sábados los dedicaba a la compra semanal y a solucionar imprevistos, siempre había una visita inesperada al zapatero, tintorería, peluquería…   El autobús era puntual y en contadas ocasiones le hizo esperar más de cinco minutos en la parada.   Su edad era difícil de precisar. Una vida ordenada, comida sana y horarios estrictos en su trabajo y vida privada contribuían a ello. No destacaba en ninguna faceta de la vida y más allá de dos o tres parejas cuya relación no superó los seis meses, no había otra cosa que alterara su anodina vida de los últimos diez años desde que aprobara sus oposiciones a funcionario del estado.   Como era de

Cosas de ingenieros.

Cada mañana forma parte de mi jornada laboral reunirme con mis compañeros que dirigen el trabajo en fábrica. Y entre ellos está el jefe de mantenimiento, que al igual que la mayoría de jefes y directores son ingenieros.   Calificamos a menudo a los médicos como casta porque usan entre ellos una jerga que solo entienden ellos. Pero la casta de ingenieros no es menos ingeniosa en cuanto al uso del lenguaje.     Todos sabemos que la maquinaria de fábrica se desgasta y estropea por el uso continuado pero ahí está el cuerpo de mecánicos comandado por el ingeniero jefe para que todo vuelva a funcionar correctamente.   La parte interesante de cada reunión matutina viene cuando el jefe de mantenimiento trata de explicar los fallos de la maquinaria al mismo tiempo que justifica que no se debieron a fallos del plan de mantenimiento. Yo acabo por no entender el origen del problema ni la solución aplicada. Y todo ello gracias a palabras mágicas que solo puede entender un
Siguiendo una vieja tradicion traigo aquí la foto de mis dos últimos pares de zapatillas. Las Brooks que ya han superado el kilometraje recomendado y están próximas de ser retiradas definitivamente. Y las Adidas a las que todavía les queda vida pero que si no pasa nada verán pronto la llegada de un nuevo par de zapatillas al armario cuya primera gran empresa será correr la maratón de Valencia 2015. Las Brooks modelo adrenaline son unas excelentes zapatillas con una amortiguación notable y muy recomendables para todo tipo de rodajes superiores a los 10 km. El único defecto fue que como en muchas otras marcas acabo agujereando las zapatillas por la malla superior delantera del pie izquierdo. Estoy acostumbrado y ya no es novedad. Con las Adidas modelo sequence boost tengo opiniones encontradas. Al principio me parecieron faltas de amortiguación y no me sentía protegido en rodajes largos. Pero los dos últimos rodajes largos de 27 y 30 km me están haciendo cambiar de opinión. No l

Caperucita Roja

No se habían visto hacia más de quince años, o veinte o ….. ¿qué más daba?. Claro que ella no era la misma que él recordaba, ¿pero qué esperaba?, habían pasado muchos años. ¿Acaso no se había visto él mismo en el espejo? Ambos habían superado la barrera de los cincuenta (perdón, la edad no debía publicarse). Pero después de escuchar sus primeras palabras todo volvía a su sitio. Si, era ella y su timbre de voz   era inconfundible. Siempre fue un poco mandona. Y los dos empezaron a hablar lanzando frases que en ocasiones se superponían unas sobre otras. Los dos ansiaban contar su historia y las palabras se atropellaban. La hora se quedó corta para tanto que había que contar.   En aquel primer encuentro las palabras salían con cierta precaución. Todavía las posturas eran algo forzadas y un muro de cierta desconfianza quedaba pendiente de derribar. El lugar del encuentro no fue la mejor elección y ella tenía frío. No es posible condensar tantas vivencias en tan poco tie