No se habían visto hacia más de quince años, o veinte o ….. ¿qué
más daba?.
Claro que ella no era la misma que él recordaba, ¿pero qué
esperaba?, habían pasado muchos años. ¿Acaso no se había visto él mismo en el
espejo? Ambos habían superado la barrera de los cincuenta (perdón, la edad no
debía publicarse).
Pero después de escuchar sus primeras palabras todo volvía a
su sitio. Si, era ella y su timbre de voz
era inconfundible. Siempre fue un poco mandona.
Y los dos empezaron a hablar lanzando frases que en
ocasiones se superponían unas sobre otras. Los dos ansiaban contar su historia
y las palabras se atropellaban. La hora se quedó corta para tanto que había que
contar.
En aquel primer encuentro las palabras salían con cierta
precaución. Todavía las posturas eran algo forzadas y un muro de cierta
desconfianza quedaba pendiente de derribar.
El lugar del encuentro no fue la mejor elección y ella tenía
frío.
No es posible condensar tantas vivencias en tan poco tiempo.
Sabían que debían repetir aquel encuentro.
Y como el cuento de Caperucita Roja dice: colorín colorado
espero que esto no se haya acabado.
.
.
Comentarios