Vamos cumpliendo años. Y las oportunidades son escasas.
Las que vale la pena aprovechar hay que perseguirlas y hacer el esfuerzo que
sea necesario para no dejarlas escapar.
Ya voy aprendiendo a diferenciar lo que realmente me
interesa y no tengo ganas de perder el tiempo.
Una inesperada oportunidad de recuperar una vieja
amistad, muy querida en su momento, es como tener la oportunidad de recuperar
un tesoro perdido.
¿Y para qué?
Pues para algo muy sencillo. Tomar un café y charlar.
¿Algo más? No lo sé.
Desgraciadamente, si la ciencia no lo remedia, nos quedan
más años por detrás que por delante.
Hay tiempo para todo y no quiero perder un minuto del
tiempo que me queda por delante.
Pero en absoluto me parece una pérdida de tiempo poder sentarme
alrededor de un café y repasar los años pasados.
Contarlo es como una valiosa terapia que nos permite
volver a saborear viejos recuerdos que rejuvenecen el alma.
Y sí; quiero hacerlo contigo. Porque contigo me siento
cómodo y sereno.
¿Queda claro?
¿Hacen falta más explicaciones?
Esta es la carta que dejó junto al bolso de la mujer de
la cuarta fila del autobús.
¿Tendrá continuación?
.
Comentarios