Campamento Montaña Negra en la provincia de Castellón. Allí empezó mi periodo de instrucción para completar los doce meses de vida militar.
Empieza a ser raro que en la conversación entre amigos aparezcan las historias de la mili. Hubo una época que no había reunión de amigos sin un buen repaso de las hazañas, desventuras de cada uno de nosotros en la mili. Las nuevas generaciones se lo pierden. O no.
Recurrentemente me viene a la memoria un pequeño pasaje del mismo día que inicié la mili y no sé bien por qué quedó tan fresco en mi mente.
Me desplazaba a la Estación del Norte en Valencia junto a mi amigo y compañero de facultad Toni para tomar el tren que nos desplazaría hasta Castellón.
Me acerqué a la ventanilla de la estación para canjear el documento que me enviaron las autoridades militares por un billete de tren hasta Castellón de la Plana (después de la mili constaté que el nombre de la ciudad es un claro aviso de que la provincia de Castellón es una de las más montañosas de España).
- Aquí traigo este papeluco para coger el tren.
El empleado parapetado tras la ventanilla me dijo:
- Vaya, un asturiano por estas tierras.
La utilización de aquella palabra, “papeluco” fue suficiente para que me confundieran mis orígenes y empezara con mal pie la mili. No era más que el primer paso del proceso de despersonalización que tratan de alcanzar en el periodo de instrucción a base de eliminar nuestras señas de identidad. Corte de pelo, uniformidad completa, dormitorios comunes, espacios propios reducidos al mínimo, jerarquía absoluta y así una larga lista.
No recuerdo por qué utilicé aquella palabra con aires asturianos y no he vuelto a utilizarla más pero ha quedado bien grabada en mi mente junto a muchas más historias de la p… mili.
En el futuro espero traerlas por aquí para deleite e intercambio con todos los “hombretones” que podemos decir todavía: Yo hice la mili.
Empieza a ser raro que en la conversación entre amigos aparezcan las historias de la mili. Hubo una época que no había reunión de amigos sin un buen repaso de las hazañas, desventuras de cada uno de nosotros en la mili. Las nuevas generaciones se lo pierden. O no.
Recurrentemente me viene a la memoria un pequeño pasaje del mismo día que inicié la mili y no sé bien por qué quedó tan fresco en mi mente.
Me desplazaba a la Estación del Norte en Valencia junto a mi amigo y compañero de facultad Toni para tomar el tren que nos desplazaría hasta Castellón.
Me acerqué a la ventanilla de la estación para canjear el documento que me enviaron las autoridades militares por un billete de tren hasta Castellón de la Plana (después de la mili constaté que el nombre de la ciudad es un claro aviso de que la provincia de Castellón es una de las más montañosas de España).
- Aquí traigo este papeluco para coger el tren.
El empleado parapetado tras la ventanilla me dijo:
- Vaya, un asturiano por estas tierras.
La utilización de aquella palabra, “papeluco” fue suficiente para que me confundieran mis orígenes y empezara con mal pie la mili. No era más que el primer paso del proceso de despersonalización que tratan de alcanzar en el periodo de instrucción a base de eliminar nuestras señas de identidad. Corte de pelo, uniformidad completa, dormitorios comunes, espacios propios reducidos al mínimo, jerarquía absoluta y así una larga lista.
No recuerdo por qué utilicé aquella palabra con aires asturianos y no he vuelto a utilizarla más pero ha quedado bien grabada en mi mente junto a muchas más historias de la p… mili.
En el futuro espero traerlas por aquí para deleite e intercambio con todos los “hombretones” que podemos decir todavía: Yo hice la mili.
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