El Minador Enmascarado
Robo título e idea a Arturo Pérez Reverte porque me siento identificado y reflejado en su artículo con este mismo nombre y como homenaje a los buenos ratos pasados leyendo sus libros.
El último libro leído de Arturo P. R. ha sido “La carta esférica”. Allí hace un relato ameno, vibrante y muy bien documentado sobre la búsqueda de un tesoro hundido. El pecio en cuestión debía contener parte de “el oro de las Américas” y pertenecía a la compañía de Jesús. Con la iglesia hemos topado.
El tema de la iglesia no acaba aquí pues en unos días escribiré sobre los libros que he ido encadenando en el último año y que curiosamente no hacen más que dar vueltas sobre asuntos turbios alrededor de la iglesia católica.
En la carta esférica Coy y Tanger Soto (vaya hembra) aúnan esfuerzos y algo más en la búsqueda del tesoro. Coy encarna el personaje del Quijote que choca con el personaje frío y calculador de Tanger Soto.
Pero volvamos al minador enmascarado.
Ese tipejo que profesa una profunda animadversión hacía mi persona me espera en la calle cada día.
Conoce mis itinerarios y rutas y los recorre poco antes de que yo pase por ellos.
Es muy bueno en el arte del disfraz pues nunca he tenido la oportunidad de verlo. Nunca falla en su cometido.
Allí por donde paso él ha estado antes y ha colocado de forma estratégica sus minas.
Valencia es una ciudad preciosa (no es amor de madre) y agradable para vivir pero una legión de minadores enmascarados se encargan cada día de destruir la imagen de la ciudad.
Cada uno de los ciudadanos de Valencia tenemos asignado nuestro particular minador enmascarado que nos pone a prueba a diario.
Pasear, correr, caminar por nuestra ciudad se convierte en una carrera de obstáculos para sortear las minas estratégicamente colocadas en nuestro recorrido.
Debes andar atento a la mina que se esconde detrás de cada esquina. Si no estás listo en sortear el obstáculo dejas caer la suela del zapato sobre la mina y te llevas pagada la mierda correspondiente.
Cuando el minador enmascarado tiene éxito todos los premiados lanzamos nuestros más floridos insultos hacia el puto dueño del perrito y las benditas madres que trajeron al mundo a ambos, una de ellas era una hija de perra.
En ocasiones la mina es propia de un elefante pues algunos putos dueños en lugar de perro les engañaron y les vendieron un caballo enano.
Vaya desde aquí más sonoro y hediondo insulto a todos esos anónimos minadores enmascarados que recorren cada día las calles de Valencia.
Robo título e idea a Arturo Pérez Reverte porque me siento identificado y reflejado en su artículo con este mismo nombre y como homenaje a los buenos ratos pasados leyendo sus libros.
El último libro leído de Arturo P. R. ha sido “La carta esférica”. Allí hace un relato ameno, vibrante y muy bien documentado sobre la búsqueda de un tesoro hundido. El pecio en cuestión debía contener parte de “el oro de las Américas” y pertenecía a la compañía de Jesús. Con la iglesia hemos topado.
El tema de la iglesia no acaba aquí pues en unos días escribiré sobre los libros que he ido encadenando en el último año y que curiosamente no hacen más que dar vueltas sobre asuntos turbios alrededor de la iglesia católica.
En la carta esférica Coy y Tanger Soto (vaya hembra) aúnan esfuerzos y algo más en la búsqueda del tesoro. Coy encarna el personaje del Quijote que choca con el personaje frío y calculador de Tanger Soto.
Pero volvamos al minador enmascarado.
Ese tipejo que profesa una profunda animadversión hacía mi persona me espera en la calle cada día.
Conoce mis itinerarios y rutas y los recorre poco antes de que yo pase por ellos.
Es muy bueno en el arte del disfraz pues nunca he tenido la oportunidad de verlo. Nunca falla en su cometido.
Allí por donde paso él ha estado antes y ha colocado de forma estratégica sus minas.
Valencia es una ciudad preciosa (no es amor de madre) y agradable para vivir pero una legión de minadores enmascarados se encargan cada día de destruir la imagen de la ciudad.
Cada uno de los ciudadanos de Valencia tenemos asignado nuestro particular minador enmascarado que nos pone a prueba a diario.
Pasear, correr, caminar por nuestra ciudad se convierte en una carrera de obstáculos para sortear las minas estratégicamente colocadas en nuestro recorrido.
Debes andar atento a la mina que se esconde detrás de cada esquina. Si no estás listo en sortear el obstáculo dejas caer la suela del zapato sobre la mina y te llevas pagada la mierda correspondiente.
Cuando el minador enmascarado tiene éxito todos los premiados lanzamos nuestros más floridos insultos hacia el puto dueño del perrito y las benditas madres que trajeron al mundo a ambos, una de ellas era una hija de perra.
En ocasiones la mina es propia de un elefante pues algunos putos dueños en lugar de perro les engañaron y les vendieron un caballo enano.
Vaya desde aquí más sonoro y hediondo insulto a todos esos anónimos minadores enmascarados que recorren cada día las calles de Valencia.
Comentarios
Hace más de diez años compramos nuestro piso en la bonita finca denominada "Entre jardines". Diez años después seguimos teniendo un solar delante y otro detrás. Están ambos tan abonados por los perros que no dudo que si tirase una semilla de baobab alcanzaría los veinte metros en tres días.