Una de las aficiones que comparto con mi mujer es la de viajar. Y dentro de los viajes compartimos el placer de sentarnos en un banco del aeropuerto y contemplar a los viajeros pasar. Tengo la certeza de que es una afición bastante extendida.
Semanas atrás viajé a Italia por asuntos de negocios. Concretamente a Pescara. Allí todavía recuerdan el paso por la ciudad de Manuel Estiarte quien tiene negocios en la ciudad. El asunto de la visita carece aquí de importancia. Business is business.
Sentarse en uno de los incómodos asientos de la terminal, armarse de paciencia ante los retrasos y abrir bien los ojos. Comienza el espectáculo
Ejecutivos con prisas arriba y abajo, maletín, traje oscuro y camisa blanca. Turistas despistados frente a los paneles informativos con cara de no entender aquello. Modernillos con gafas de sol que les protegen de los neones del techo. Y así hasta el infinito.
La primera labor es fijar el objetivo. La selección ha de ser rápida pues los objetivos son múltiples y corremos el riesgo de dispersarnos.
No conozco bien las leyes que rigen la selección pero un cruce de miradas con mi mujer es suficiente para saber que ambos hemos elegido el mismo objetivo.
Suelen ser grupos familiares o parejas de aquellas que no sabes cómo han llegado a caer juntos. Empiezas a pensar la razón de su estancia en el aeropuerto, destino, procedencia, lengua, indumentaria….
El análisis puede alargarse hasta donde queramos y su duración podría ser ilimitada.
Otra mirada cómplice con mi mujer y empieza el cruce de los análisis. Debate de los datos y apresuradas conclusiones para no perder más tiempo. El escaparate humano es incesante y aquella pareja del fondo formada por asiático y europea merece un nuevo estudio y posterior análisis. Agotador sin duda
En los viajes me acompaño de un libro para sobrellevar las esperas. Pero durante la estancia en el aeropuerto el libro sirve de excusa para parapetarse detrás y montar un buen punto de vigilancia. Ya tendré tiempo de leer durante el vuelo. Dentro del avión el escaparate se reduce y a la media hora ya tienes el análisis de las azafatas. A los compañeros de asiento y alrededores los has podido analizar durante la caminata del finger o el paseo de la jardinera.
La conclusión es que somos profundamente cotillas y chismosos.
Quiero viajar
Semanas atrás viajé a Italia por asuntos de negocios. Concretamente a Pescara. Allí todavía recuerdan el paso por la ciudad de Manuel Estiarte quien tiene negocios en la ciudad. El asunto de la visita carece aquí de importancia. Business is business.
Sentarse en uno de los incómodos asientos de la terminal, armarse de paciencia ante los retrasos y abrir bien los ojos. Comienza el espectáculo
Ejecutivos con prisas arriba y abajo, maletín, traje oscuro y camisa blanca. Turistas despistados frente a los paneles informativos con cara de no entender aquello. Modernillos con gafas de sol que les protegen de los neones del techo. Y así hasta el infinito.
La primera labor es fijar el objetivo. La selección ha de ser rápida pues los objetivos son múltiples y corremos el riesgo de dispersarnos.
No conozco bien las leyes que rigen la selección pero un cruce de miradas con mi mujer es suficiente para saber que ambos hemos elegido el mismo objetivo.
Suelen ser grupos familiares o parejas de aquellas que no sabes cómo han llegado a caer juntos. Empiezas a pensar la razón de su estancia en el aeropuerto, destino, procedencia, lengua, indumentaria….
El análisis puede alargarse hasta donde queramos y su duración podría ser ilimitada.
Otra mirada cómplice con mi mujer y empieza el cruce de los análisis. Debate de los datos y apresuradas conclusiones para no perder más tiempo. El escaparate humano es incesante y aquella pareja del fondo formada por asiático y europea merece un nuevo estudio y posterior análisis. Agotador sin duda
En los viajes me acompaño de un libro para sobrellevar las esperas. Pero durante la estancia en el aeropuerto el libro sirve de excusa para parapetarse detrás y montar un buen punto de vigilancia. Ya tendré tiempo de leer durante el vuelo. Dentro del avión el escaparate se reduce y a la media hora ya tienes el análisis de las azafatas. A los compañeros de asiento y alrededores los has podido analizar durante la caminata del finger o el paseo de la jardinera.
La conclusión es que somos profundamente cotillas y chismosos.
Quiero viajar
Comentarios
Una curiosidad que tengo yo en los aeropuertos es que cuando cancelan tu vuelo ¿está prohibido que te vayas a casa? porque si no, no entiendo porqué la gente se queda a dormir en las salas de espera. ¿Que piensan, que les van a poner un vuelo por pesados?
En cuanto a rarezas, mi mujer se mete conmigo porque me niego a subir a un avión con pantalón corto aunque sea pleno verano y vayamos a Punta Cana.
A mí también me parece de una falta de clase absoluta el subir a un avión en pantalón corto.
En París me gusto que, en las terrazas de los cafés las sillas no están alrededor de las mesas sino en fila y orientadas a la calle como si fuese un patio de butacas y el escenario la calle.