Gabriel García Márquez
Cien años de soledad
Vivir para contarla
Este escribe en ligas superiores y lo nuestro no es más que partidos de barrio con los amiguetes. Pero voy a osar referirme a sus libros.
Mucho me gustó la lectura de ambos libros y me tuvieron atrapado hasta el final. Aunque el tiempo transcurrido entre ambas lecturas fuera de bastantes años. No recuerdo cuantos.
Cuando escribo me topo frecuentemente con el dilema de no traspasar la frontera entre lo personal y más íntimo, y la parte pública y notoria que rodea nuestras vidas.
Voy con pies de plomo para no destapar ciertas intimidades y sentimientos que forman parte de lo más privado de mi vida. Y cuando más te preocupas de estos temas vienen a la mente libros como los mencionados arriba.
Sin el más mínimo pudor Gabriel García Márquez durante cientos de páginas se dedica a contarnos todas las intimidades suyas y de su familia sin el menor temor de dejar al descubierto los rincones más ocultos y oscuros de su alma y corazón. ¿Es muy valiente? ¿No le importa?
Me gusta como escribe y su prosa no me cansa. Lo contrario me ocurre con los libros de Antonio Gala.
Las largas y descriptivas frases de A. Gala llegan a cansarme, pienso, se pierde en la forma dejando de lado el fondo del relato. No me ocurre lo mismo con García Márquez.
Pero no quiero perder el hilo de este relato. ¿Dónde situamos la línea de lo que se puede y no se puede escribir?
Sobrados ejemplos se ven cada día en la TV de personajes de lo más variopinto que por muchos miles de euros cuentan sus intimidades y vergüenzas sin el más mínimo recato.
¿Gabriel García Márquez hace lo mismo para vender libros?
Tampoco es aquí donde quería llegar pero no deja de ser una buena paradoja. Todos ellos lo hacen por dinero aunque por vías muy diferentes.
No llego a ninguna conclusión ni llego a establecer claramente donde está el límite. Tampoco es la primera vez que toco este tema ni será la última.
Aquí seguimos.
Cien años de soledad
Vivir para contarla
Este escribe en ligas superiores y lo nuestro no es más que partidos de barrio con los amiguetes. Pero voy a osar referirme a sus libros.
Mucho me gustó la lectura de ambos libros y me tuvieron atrapado hasta el final. Aunque el tiempo transcurrido entre ambas lecturas fuera de bastantes años. No recuerdo cuantos.
Cuando escribo me topo frecuentemente con el dilema de no traspasar la frontera entre lo personal y más íntimo, y la parte pública y notoria que rodea nuestras vidas.
Voy con pies de plomo para no destapar ciertas intimidades y sentimientos que forman parte de lo más privado de mi vida. Y cuando más te preocupas de estos temas vienen a la mente libros como los mencionados arriba.
Sin el más mínimo pudor Gabriel García Márquez durante cientos de páginas se dedica a contarnos todas las intimidades suyas y de su familia sin el menor temor de dejar al descubierto los rincones más ocultos y oscuros de su alma y corazón. ¿Es muy valiente? ¿No le importa?
Me gusta como escribe y su prosa no me cansa. Lo contrario me ocurre con los libros de Antonio Gala.
Las largas y descriptivas frases de A. Gala llegan a cansarme, pienso, se pierde en la forma dejando de lado el fondo del relato. No me ocurre lo mismo con García Márquez.
Pero no quiero perder el hilo de este relato. ¿Dónde situamos la línea de lo que se puede y no se puede escribir?
Sobrados ejemplos se ven cada día en la TV de personajes de lo más variopinto que por muchos miles de euros cuentan sus intimidades y vergüenzas sin el más mínimo recato.
¿Gabriel García Márquez hace lo mismo para vender libros?
Tampoco es aquí donde quería llegar pero no deja de ser una buena paradoja. Todos ellos lo hacen por dinero aunque por vías muy diferentes.
No llego a ninguna conclusión ni llego a establecer claramente donde está el límite. Tampoco es la primera vez que toco este tema ni será la última.
Aquí seguimos.
Comentarios
También disfruté mucho con "El otoño del patriarca", "El coronel no tiene quien le escriba" y "Crónica de una muerte anunciada". Y, por otra parte, "El amor en los tiempos del cólera" me pareció infame.
De Gala no opino pues no lo he leído. Y no creo que opine nunca.
Sobre los límites del exhibicionismo es complicado hablar. Cuando el exhicionismo se hace en nombre del arte (yo sólo me desnudo por exigencias del guión) o en nombre de la solidaridad (Pirómanos sin Fronteras posando en bolas para un calendario solidario con Haití) parece que sea algo muy digno y respetado. Y realmente no está tan claro. Al final, como tú dices, es dinero. Y vanidad.