Me felicito por haber tenido la fortuna de conocer a los que me empujaron a abrir este blog.
Y lo compruebo ahora que repaso las entradas antiguas.
Sin quererlo llevo un año relatando un pedacito de mi historia personal. Interesante sin duda.
Este preámbulo sirve para introducir un relato que cuente algunos de mis recuerdos vividos en casa de mis “yayos” en la calle Berenguer Mallol de Valencia. Ahora todavía los tengo relativamente frescos en mi memoria y mañana Dios sabe.
La casa estaba en un segundo piso sin ascensor y con unas escaleras muy estrechas.
La casa tenía un estrecho balcón delante pero una sensacional galería semicerrada en la parte de atrás donde discurría la mayor parte de la vida diaria gracias al benigno clima de Valencia.
Se me agolpan cientos de anécdotas y pequeños recuerdos que quisiera traer aquí:
La coca de llanda de mi yaya, el codonyat dolç, el boxeaoret, el sifón, el comú, el olor dulzón de mi abuela, la paz y el sosiego en la mirada de mi abuelo, …
Pero el recuerdo que hoy quiero plasmar es mi afición a construir barcos con trocitos de madera y tachuelas que mi abuelo, ebanista de profesión, me proporcionaba.
En un altillo de la galería había cientos de tablillas que yo siempre reclamaba para ampliar la flota. Las más anchas servían para la pista de aterrizaje de los portaviones y con el resto me las iba ingeniando para componer la flota con barcos de todos los tamaños.
En el suelo de la galería disponía la flota preparada para recibir al enemigo y librar la batalla naval pertinente. Mientras los barcos iban ocupando cada vez más espacio de la galería mi abuelo me observaba sentado en una silla de enea. Sus consejos a la hora de construir la flota eran siempre bien recibidos, si bien su mayor preocupación era evitar que me diera un martillazo en el dedo.
El recuerdo es vago pero debieron ser muchas las horas dedicadas a la flota naval bajo el amor que desparramaban mis abuelos sobre mí.
Mi padre es hijo único y yo el primer nieto. Es fácil entender que yo era el rey allí.
Berenguer Mallol es el nombre de la calle. Un calle de barrio, clásica y como de las que ahora es difícil de disfrutar.
En la esquina estaba la ferretería, La Estrella. En la esquina opuesta la tienda de tejidos de punto y mercería. En la acera de enfrente estaba la panadería y la bodega donde comprábamos el vino a granel y los sifones.
Tiendas de barrio todas ellas donde al entrar me reconocían como el nieto de la Sra. Consuelo.
Pedacitos de historia que componen mi historia personal.
Comentarios
La casa de mi abuela materna y la de mi abuela paterna, en Belmonte. Mi infancia, o parte de ella.
Enhorabuena por el aniversario. Aquí seguiremos, y más si nos sigues poniendo los pelos de punta como hoy.
Ojalá mi padre sea para mis hijas lo que mi abuelo fue para mi.
Os aseguro que escribiéndolo llegue a conmoverme.
Sentimentaloides que somos.
Y si, el jardín de Ayora cerca.
Aun recuerdo saltar la valla del palacete de Ayora cuando era de propiedad privada para robar fruta en los árboles del interior.
Escribiré sobre ello y sobre las perreras del canódromo de la Avd. del Puerto.