Como si de una premonición se tratara, (por estas mismas fechas hice una entrada en este blog sobre un hipotético viaje a NY) este mes de agosto pasado “pensat i fet”, reservamos billetes, endosamos “el niño” a mis padres y mi mujer y yo nos plantamos con las maletas en el aeropuerto de Valencia para iniciar el viaje a Nueva York. Manhattan para ser más exactos pues el estado de NY tiene cinco condados y el viaje se centró en la isla de Manhattan.
Valencia, Madrid y Madrid, NY. Muchas horas de viaje pero un buen libro (Las cenizas de Angela), mi facilidad para dormir en los aviones y el reto de intentar comerse la comida del avión sin tirar la mitad de los recipientes al suelo consiguieron que todo fuera llevadero.
La primera impresión fue algo decepcionante porque todo era como había imaginado y, más aun, escrito sobre ello. Pero, sin duda, puedo decir que NY acabó atrapándome.
Elegimos el hotel Paramount que afortunadamente estaba muy bien situado junto a la Avd. Broadway y rodeado de los teatros de los archiconocidos musicales: El Fantasma de la Opera, West Side Story, La Sirenita,.....
Curiosamente junto al hotel estaba situada la sede de la iglesia de la cienciología.
El hotel sencillito pues las tres estrellas de un hotel español nada tienen que ver con este hotel con armarios de casa de muñecas.
Llegamos al hotel y para intentar adaptarnos cuanto antes al nuevo horario salimos a pasear. Callejeando por la sexta avenida acabamos en Central Park. Aquí acaba la maratón de NY; lo digo para ir calentando motores.
Primer día completo en NY y para situarnos reservamos una excursión en bus guiada que nos enseña y sitúa los lugares más emblemáticos del Alto y Bajo Manhattan.
Tras la excursión nos quedan por delante cinco días de andar y andar, visitando y descubriendo los puntos de interés de la ciudad.
No voy a detallar todo lo que visitamos pues es lo mismo que puede aparecer en cualquier guía de la ciudad. Si voy a describir las sensaciones del viaje que, a buen seguro, siempre me acompañarán.
Si comparamos NY a las modernas ciudades españolas nos quedaríamos con la sensación de que NY es una ciudad vieja. Obras de remodelación y mantenimiento por todas partes. Para que esta ciudad siga funcionando las 24 horas son necesarios arreglos continuos.
Pero la ciudad sorprende por su limpieza y civismo.
Es difícil encontrar un papel o colilla en el suelo a pesar del movimiento continuo de personas en la calle.
Se puede comer todo tipo de comida las 24 horas del día y no solo los famosos hot dogs. Existe, por ejemplo, una cadena de establecimientos que te permiten comer ensaladas variadas y saludables hechas al instante con ingredientes frescos.
Existen edificios altos, muy altos, pero hasta que no te paras, los contemplas y cuentas los pisos no te das cuenta de la magnitud de los mismos. Tras varios días paseando me entretuve contando las alturas y me sorprendía al descubrir que los edificios que no eran los más altos alcanzaban en su mayoría los 40 pisos. Por tanto el edificio de la Torre de Francia sería allí un edificio bastante vulgar en cuanto a altura.
Fracaso estrepitoso de mis conocimientos de inglés. Cuando más me esforzaba en ligar frases en inglés más rápidamente recibía la desmoralizante respuesta de “yo también hablo español”. Leches¡¡, ¿tanto se me nota?
En todo momento nos acompañó una agradable sensación de seguridad. La pinta que llevábamos era inequívocamente de turistas. Cámara al cuello, pantalón corto, deportivas, bolsas con anagramas de los centros comerciales... Podríamos ser blanco fácil de cacos y carteristas. Nunca tuve sensación inseguridad.
Bajamos al metro y tampoco perdí la sensación de seguridad.
Cierto es que evitamos las zonas potencialmente peligrosas. No hay que tentar la suerte.
Existe presencia policial en todo momento pero no es agobiante. Agobiante es la persecución que ejercen los policías de tráfico sobre los conductores.
Quedarte atascado en un cruce con el coche es motivo suficiente para que a parezca a la carrera un policía municipal de tráfico para ponerte una multa. Lo hacen con rapidez y eficiencia pues con un dispositivo lector de código de barras identifican la pegatina con datos que los coches llevan en el parabrisas e inmediatamente es transmitida la multa vía telemática a tu domicilio y cuenta de banco. A ver quien tiene narices de aparcar en doble fila. Como por aquí ¿verdad?
A visitar Central Park le dedicamos bastante tiempo. Pero tiene tanto que ver que supongo que se necesitan muchas visitas para destapar sus secretos. Debo confesar que no me puse las zapatillas para correr por allí. Ahora me arrepiento.
Es un verdadero pulmón para la ciudad y sus ciudadanos. Un espacio como ese entre tantos rascacielos es un buen lugar para recargar las baterías del cuerpo y del alma.
Nos comentaban las guías la situación de las viviendas de los más ricos con vistas al parque. No son tontos. El dinero no te da la felicidad pero te ayuda a sobrellevar la tristeza de no ser feliz.
Muchas más sensaciones y experiencias me acompañaron en el viaje de vuelta pero será en otras entradas donde podré ir destilándolas.
Viaje de vuelta sin grandes sobresaltos a excepción de las cinco horas de espera que nos “regaló” Iberia en el aeropuerto de Barajas.
Viajar, viajar y viajar.
Valencia, Madrid y Madrid, NY. Muchas horas de viaje pero un buen libro (Las cenizas de Angela), mi facilidad para dormir en los aviones y el reto de intentar comerse la comida del avión sin tirar la mitad de los recipientes al suelo consiguieron que todo fuera llevadero.
La primera impresión fue algo decepcionante porque todo era como había imaginado y, más aun, escrito sobre ello. Pero, sin duda, puedo decir que NY acabó atrapándome.
Elegimos el hotel Paramount que afortunadamente estaba muy bien situado junto a la Avd. Broadway y rodeado de los teatros de los archiconocidos musicales: El Fantasma de la Opera, West Side Story, La Sirenita,.....
Curiosamente junto al hotel estaba situada la sede de la iglesia de la cienciología.
El hotel sencillito pues las tres estrellas de un hotel español nada tienen que ver con este hotel con armarios de casa de muñecas.
Llegamos al hotel y para intentar adaptarnos cuanto antes al nuevo horario salimos a pasear. Callejeando por la sexta avenida acabamos en Central Park. Aquí acaba la maratón de NY; lo digo para ir calentando motores.
Primer día completo en NY y para situarnos reservamos una excursión en bus guiada que nos enseña y sitúa los lugares más emblemáticos del Alto y Bajo Manhattan.
Tras la excursión nos quedan por delante cinco días de andar y andar, visitando y descubriendo los puntos de interés de la ciudad.
No voy a detallar todo lo que visitamos pues es lo mismo que puede aparecer en cualquier guía de la ciudad. Si voy a describir las sensaciones del viaje que, a buen seguro, siempre me acompañarán.
Si comparamos NY a las modernas ciudades españolas nos quedaríamos con la sensación de que NY es una ciudad vieja. Obras de remodelación y mantenimiento por todas partes. Para que esta ciudad siga funcionando las 24 horas son necesarios arreglos continuos.
Pero la ciudad sorprende por su limpieza y civismo.
Es difícil encontrar un papel o colilla en el suelo a pesar del movimiento continuo de personas en la calle.
Se puede comer todo tipo de comida las 24 horas del día y no solo los famosos hot dogs. Existe, por ejemplo, una cadena de establecimientos que te permiten comer ensaladas variadas y saludables hechas al instante con ingredientes frescos.
Existen edificios altos, muy altos, pero hasta que no te paras, los contemplas y cuentas los pisos no te das cuenta de la magnitud de los mismos. Tras varios días paseando me entretuve contando las alturas y me sorprendía al descubrir que los edificios que no eran los más altos alcanzaban en su mayoría los 40 pisos. Por tanto el edificio de la Torre de Francia sería allí un edificio bastante vulgar en cuanto a altura.
Fracaso estrepitoso de mis conocimientos de inglés. Cuando más me esforzaba en ligar frases en inglés más rápidamente recibía la desmoralizante respuesta de “yo también hablo español”. Leches¡¡, ¿tanto se me nota?
En todo momento nos acompañó una agradable sensación de seguridad. La pinta que llevábamos era inequívocamente de turistas. Cámara al cuello, pantalón corto, deportivas, bolsas con anagramas de los centros comerciales... Podríamos ser blanco fácil de cacos y carteristas. Nunca tuve sensación inseguridad.
Bajamos al metro y tampoco perdí la sensación de seguridad.
Cierto es que evitamos las zonas potencialmente peligrosas. No hay que tentar la suerte.
Existe presencia policial en todo momento pero no es agobiante. Agobiante es la persecución que ejercen los policías de tráfico sobre los conductores.
Quedarte atascado en un cruce con el coche es motivo suficiente para que a parezca a la carrera un policía municipal de tráfico para ponerte una multa. Lo hacen con rapidez y eficiencia pues con un dispositivo lector de código de barras identifican la pegatina con datos que los coches llevan en el parabrisas e inmediatamente es transmitida la multa vía telemática a tu domicilio y cuenta de banco. A ver quien tiene narices de aparcar en doble fila. Como por aquí ¿verdad?
A visitar Central Park le dedicamos bastante tiempo. Pero tiene tanto que ver que supongo que se necesitan muchas visitas para destapar sus secretos. Debo confesar que no me puse las zapatillas para correr por allí. Ahora me arrepiento.
Es un verdadero pulmón para la ciudad y sus ciudadanos. Un espacio como ese entre tantos rascacielos es un buen lugar para recargar las baterías del cuerpo y del alma.
Nos comentaban las guías la situación de las viviendas de los más ricos con vistas al parque. No son tontos. El dinero no te da la felicidad pero te ayuda a sobrellevar la tristeza de no ser feliz.
Muchas más sensaciones y experiencias me acompañaron en el viaje de vuelta pero será en otras entradas donde podré ir destilándolas.
Viaje de vuelta sin grandes sobresaltos a excepción de las cinco horas de espera que nos “regaló” Iberia en el aeropuerto de Barajas.
Viajar, viajar y viajar.
Comentarios
Yo guardo un recuerdo precioso de Nueva York y no sólo porque fuese nuestro viaje de novios. Después de haberme visto todas las películas de Woody Allen sabía que no podíamos ir a otro sitio. Y me sorprendio que, a pesar de haberla visto tantas veces en el cine y la televisión, Nueva York es más, mucho más.
Y tienes razón: viajar, viajar, viajar...
Yo también espero correr por Central Park, pero vestido de verde climaturio y con 42 kms en las piernas. Pronto, muy pronto.