En fallas aproveché para viajar un poco y visitar de nuevo la ciudad de Logroño donde viven unos familiares.
Cegado por la deslumbrante ciudad de las ciencias, las megaconstrucciones de Calatrava y mi tan querido (y a veces odiado) cauce del río me enfrenté a la ciudad de Logroño con cierto desprecio.
Salí a correr por las orillas del río que baña la ciudad de Logroño, paseé por sus nuevos barrios y recorrí el casco antiguo para homenajearme a base de tapas y vinos.
Y salí humillado.
Quiero a Valencia y la defenderé a muerte pero visitar ciudades tan encantadoras como Logroño te descubre los excesos urbanísticos y las aberraciones que se pueden cometer en ciudades como Valencia.
Me explicaré.
Cegado por la deslumbrante ciudad de las ciencias, las megaconstrucciones de Calatrava y mi tan querido (y a veces odiado) cauce del río me enfrenté a la ciudad de Logroño con cierto desprecio.
Salí a correr por las orillas del río que baña la ciudad de Logroño, paseé por sus nuevos barrios y recorrí el casco antiguo para homenajearme a base de tapas y vinos.
Y salí humillado.
Quiero a Valencia y la defenderé a muerte pero visitar ciudades tan encantadoras como Logroño te descubre los excesos urbanísticos y las aberraciones que se pueden cometer en ciudades como Valencia.
Me explicaré.
Cuando viene alguien de fuera a Valencia le enseño el cauce del río como un lugar ideal para correr y que tal vez no exista en España punto mejor que este para correr.
Salir a correr a orillas del río por Logroño supone encontrar extensiones kilométricas de césped cuidadosamente cortado donde podrían correr más de veinte personas en paralelo durante muchos kilómetros sin tocarse. En el cauce del río de Valencia las pocas zonas de césped para correr te obligan a ir casi en fila india, el resto es tierra y te la debes pelear con los ciclistas.
Los nuevos barrios que rodean el casco antiguo de Logroño están formados por manzanas de edificios de no más de seis alturas rodeados de grandes extensiones verdes de césped. Ni comentarios de las torres de edificios en los nuevos barrios de Valencia y sus ridículas zonas verdes.
Se puede deducir como es la circulación por Logroño. Fluida y con facilidades para aparcar.
Salir a tomar tapas por Logroño es puro vicio y deleite de los sentidos. La calle Laurel y aledaños son el paraíso de los adictos a la tapa. Locales y más locales que ofrecen una tapa, en ocasiones es tapa única y un vino o corto de cerveza. Empiezas con vino y tapa aquí, vino y tapa allá,…….. y acabas a cuatro patas.
Rita, sal y viaja un poco que nos vamos a morir de soberbia en Valencia.
Comentarios
También me gustó mucho Logroño. En realidad casi todas las capitales de provincia tienen su encanto. Y si tienen sitio para correr, mejor, aunque sitio para correr siempre encontraríamos.
Lo de las tapas, bueno. Yo casi agradezco que en Valencia no haya tradición de aperitivo porque si no pesaría cien kilos. Este jueves me iré para Belmonte y allí no perdono ni un día. Ni uno.
Y Valencia está bien, hombre. Quizá seamos un poco quiero y no puedo, pero es que el primer mundo es deslumbrante y cegador y tener aquí a los más ricos del mundo, pues queda bien. Ayer fui yo por primera vez al Museo de las Ciencias con Ana y los críos, y extranjeros había un montón.
Y, por si te sirve de consuelo, cuando yo preparé mi primer maratón, todo el mundo corría Alameda arriba, Alameda abajo, parando siempre en el semáforo antiguo del puente de Exposición. El río es un lujo. Y, sin ciclistas, lujo y medio.