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Mostrando entradas de julio, 2010

Fiestas vecinales

El mes de junio pudiera parecer, por mis dos relatos anteriores, que fuera un infierno. Pues no. Siempre existen acontecimientos que te hacen devolver la confianza en las personas. Un grupo de vecinos pertenecientes al complejo residencial donde vivo (que pomposo y pijo queda esto cuando un gran número de personas lo conocemos como edificio “Palestina”, pero tenía ganas de decirlo) decidieron juntarse para preparar las fiestas vecinales. El grupo de unas doce personas se empiezan a juntar desde abril una noche cada quince días para organizar las actividades de la fiesta vecinal y pegarse una buena cena aprovechando que uno de los componentes del grupo es un “cocinillas” de renombrado prestigio. Las reuniones-cenas se alargan hasta la una de la mañana y el tiempo dedicado a preparar las fiestas es escaso. Pero cenamos y bebemos como curas. La cultura enológica que se adquiere en estas cenas es considerable. Entre buenos caldos, mejores arroces y rabos de toro se prepara un programa de f

El dentista y las caries

Visitamos al dentista. Mi hijo sentado en el amenazante sillón del dentista pregunta: - ¿Las caries son como bichitos que crecen al comer dulces? Yo intentando paliar la tensión del momento asiento intentando tranquilizarle. Mi hijo intentando explotar su última posibilidad segundos antes de que el dentista se abalance sobre su dentadura con sus siniestros instrumentos de tortura exclama. - ¿y por qué no las dejamos crecer para que dominen el mundo? Pues es una posibilidad vista la clase política que nos rodea. ¿No os parece?

El E.G.R. 1200 pavos

El pasado mes de junio quedará en los anales de mi escasa historia como uno de los más desafortunados. La suerte me giró la cara y me ha premiado con extrañas circunstancias. Aquí están los hechos. Subo al coche tras recoger a mi hijo del colegio, meto la llave para arrancar y el ingenio mecánico que alberga el capó de mi coche dice que hasta aquí llegó. Llamo al taller de un conocido y le explico el problema: - Pues eso, que no va - Tráetelo para acá con la grúa y lo arreglamos. Será el caudalímetro - Me tranquilizas Vicente, será eso, el caudalímetro Cuelgo el móvil y me quedo pensativo unos instantes. ¿el caudalímetro? ¿pero, mi coche tiene de eso? ¿Y para qué? Esto solo era el inicio de lo que se me venía encima. Segundo acto del drama. Contactar con la aseguradora para que me envíen la grúa. Llamo y me responde el contestador automático de la aseguradora: - Marque 1 para bla, bla, bla, marque 2 para …. Y así cinco minutos. Escojo la opción 3 y sale la música de nuevo con la consa

Cuando la realidad supera la ficción

Episodios como el que voy a relatar nos parecen propios de la ficción y difíciles de creer. Pero en esta ocasión el protagonista he sido yo mismo y gracias a la ayuda de conocidos y amigos empiezo a pensar que está en vías de ser resuelto. Todo empezó cuando mi mujer recibió dos o tres semanas atrás una carta certificada procedente del juzgado de Tarragona. En esta carta nos comunicaban el embargo de nuestra vivienda habitual en Valencia. La razón del embargo es un delito cometido por el copropietario de la vivienda, yo mismo, y del que he resultado culpable. En el interior de la carta aparecía la sentencia del embargo y una fotocopia referente al delito del que yo había resultado culpable en el año 2007. Mis conocimientos en materia jurídica son los justos y no llegaba a entender el verdadero significado de aquellas sentencias, diligencias,…. Pensé que era una broma. Dos días más tarde y aprovechando que una de mis vecinas es procuradora le enseñamos la carta. La respuesta de la proc