Un adjetivo para describir mi maratón en Valencia este año 2009 AGÓNICO.
Días entes de la prueba no estaba especialmente nervioso. Mi actual situación laboral me mantiene un nivel de preocupación y ansiedad tal que la maratón es un elemento de desahogo y relajación importante.
Como de costumbre la noche anterior a la carrera dormí mal y, pese a intentarlo, antes de las doce no estaba en la cama. En el despertador digital de mi mesita de noche vi dar las horas hasta las seis treinta que sonó el despertador.
Desayuno un café con leche y una magdalena. Normalmente hago los largos en ayunas y hoy no era el día de cambiar las costumbres excesivamente.
Paso hasta tres veces por el baño, me pongo la ropa de correr, me vuelvo a plantear por enésima vez si me pongo la mierda del cinturón para llevar los geles del tiburón o me los meto en la cintura del pantalón y bajo a la puerta de Palestina a reunirme con los compañeros.
Se masca el nerviosismo entre nosotros y se habla poco.
Llegamos a la zona de salida y nos juntamos todos los componentes del equipo. Empieza el ritual de la vaselina, la cinta del pulsómetro, acomodación de los geles, el último pis y nos vamos hacia el arco de salida.
Según la organización somos unos 3.200 corredores.
Estoy bien colocado, a no más de veinte metros de la línea de salida y aunque parezca mentira no tengo claro el ritmo de carrera que quiero seguir. Lo pagaré más tarde.
Las pulsaciones en la salida son las habituales antes de iniciar la carrera, entre 70 y 90.
Suena el disparo de salida y bien pronto me pongo en ritmo de carrera. Voy sobre 4’30’’ y me encuentro cómodo durante los primeros km.
El práctico de las 4h15’ queda lejos, detrás de mi y a Jorge con quien me planteaba hacer la carrera no lo encuentro.
Sobre el km cuatro pasamos cerca de casa y me quedo sorprendido al girar desde el bulevar Sur hacia Palestina y ver la calle engalanada con guirnaldas y globos blancos y verdes. Pocos metros antes de las primeras guirnaldas verdes está Ramón con su altavoz vociferando “que llega Emilio” . Y al llegar a la altura del grupo de animadoras los gritos de ánimo son innumerables. Puedo reconocer a mi mujer y a mi hijo. Los corredores de mi alrededor me hacen comentarios sobre los gritos ánimo recibidos. Estoy eufórico y el ritmo lo sigo manteniendo.
Sobre el km seis me uno a dos corredores de Correcaminos. Tienen una edad superior a los cincuenta y visten mono de triatleta. Estamos por la zona de la avenida del Puerto.
Uno de los corredores de Correcaminos es bastante popular (Jesús) pues frecuentemente es reconocido y saludado por el, sorprendentemente, numeroso público que encontramos al llegar al puerto.
Le damos una vuelta al solitario y desierto circuito de fórmula uno. Sigo con el ritmo de 4’30’’ pero mis pulsaciones están al límite de lo razonable 158.
A partir del km 11 mis pulsaciones se sitúan en 160. Estoy fuera de lo razonable y no me estoy dando cuenta.
A la altura de la estación del Cabanyal me alcanza Jorge y empezamos a correr juntos. Charlamos un poco e intentamos seguir junto a los dos corredores de Correcaminos que llevan un ritmo bastante constante.
A partir del km 19 los km me salen a 4’35’’, mis pulsaciones no bajan de 162.
Le digo a Jorge que siga sin mi tras ver que mis pulsaciones se han puesto en 166.
La media maratón está situada en la calle Colón a la altura de El Corte Inglés. Debe ser precioso correr por las calles de Valencia y más aún cuando existe bastante público en la calle. Pero en esos momentos empezaba a preocuparme mi ritmo y pulsaciones seriamente, no podía disfrutar de las céntricas calles de Valencia.
Paso la media maratón en 1h35’30’’ y a partir del km 25 mis ritmos ya son superiores a 4’40’’.
Empiezo a darme cuenta de que me he equivocado completamente y a partir de ahora empiezo a sufrir. Mi pulso es elevado y el ritmo de carrera fuera de lo previsto. ¿Qué me ha pasado? ¿Dónde me he equivocado?
En el km 31 mi ritmo es superior a 4’50’’ y el grupo de las 3h15’ me sobrepasa. Les aguanto unos metros, mis pulsaciones se ponen cerca de 170. Estamos al lado del Bioparc.
Km 34 y mi ritmo ya es superior a los 5’ el km. No puedo correr junto a ningún grupo porque cada vez hago más lentos los km y no dejan de pasarme corredores. Empieza mi agonía
El bulevar Sur se me hará interminable.
Km 36 y el ritmo es de 5’30’’. Bajo las pulsaciones de las 160 porque me siento incapaz de ir más rápido. Me siento agotado de piernas aunque noto que no voy a tener problemas de rampas. Simplemente que mis piernas no pueden mantener el ritmo de carrera y me piden parar.
Llegan los puentes y túneles del bulevar Sur. Me siento agotado y defraudado. No voy a mejorar el tiempo del año pasado. No quiero abandonar a pesar de todo. Como sea debo acabar.
Corro con una sensación de fracaso encima y entre mis pensamientos está como explicar el tiempo final que voy a hacer. Con suerte bajaré de las tres horas y media.
¿Cómo explicar lo que me está pasando?
No estoy disfrutando, las piernas no responden y lo más fácil y sencillo sería abandonar.
Km 40 y el ritmo es de 6’ y las pulsaciones 155
Paso cerca de casa y recibo los ánimos de algunos vecinos y compañeros de equipo. Me quitan las ganas de abandonar pero el ritmo no mejora.
Km 41 ritmo 5’41’’
Ahora si que estoy convencido de acabar y no dejo de girar la cabeza pensando en que el práctico de las 3h30’ me puede pasar en cualquier momento. Finalmente el susodicho práctico quedará a casí diez minutos.
Km 42 ritmo 5’11’’
Tiempo final 3h21’’52’’
Conclusión. Volveré a correrla si puedo.
Días entes de la prueba no estaba especialmente nervioso. Mi actual situación laboral me mantiene un nivel de preocupación y ansiedad tal que la maratón es un elemento de desahogo y relajación importante.
Como de costumbre la noche anterior a la carrera dormí mal y, pese a intentarlo, antes de las doce no estaba en la cama. En el despertador digital de mi mesita de noche vi dar las horas hasta las seis treinta que sonó el despertador.
Desayuno un café con leche y una magdalena. Normalmente hago los largos en ayunas y hoy no era el día de cambiar las costumbres excesivamente.
Paso hasta tres veces por el baño, me pongo la ropa de correr, me vuelvo a plantear por enésima vez si me pongo la mierda del cinturón para llevar los geles del tiburón o me los meto en la cintura del pantalón y bajo a la puerta de Palestina a reunirme con los compañeros.
Se masca el nerviosismo entre nosotros y se habla poco.
Llegamos a la zona de salida y nos juntamos todos los componentes del equipo. Empieza el ritual de la vaselina, la cinta del pulsómetro, acomodación de los geles, el último pis y nos vamos hacia el arco de salida.
Según la organización somos unos 3.200 corredores.
Estoy bien colocado, a no más de veinte metros de la línea de salida y aunque parezca mentira no tengo claro el ritmo de carrera que quiero seguir. Lo pagaré más tarde.
Las pulsaciones en la salida son las habituales antes de iniciar la carrera, entre 70 y 90.
Suena el disparo de salida y bien pronto me pongo en ritmo de carrera. Voy sobre 4’30’’ y me encuentro cómodo durante los primeros km.
El práctico de las 4h15’ queda lejos, detrás de mi y a Jorge con quien me planteaba hacer la carrera no lo encuentro.
Sobre el km cuatro pasamos cerca de casa y me quedo sorprendido al girar desde el bulevar Sur hacia Palestina y ver la calle engalanada con guirnaldas y globos blancos y verdes. Pocos metros antes de las primeras guirnaldas verdes está Ramón con su altavoz vociferando “que llega Emilio” . Y al llegar a la altura del grupo de animadoras los gritos de ánimo son innumerables. Puedo reconocer a mi mujer y a mi hijo. Los corredores de mi alrededor me hacen comentarios sobre los gritos ánimo recibidos. Estoy eufórico y el ritmo lo sigo manteniendo.
Sobre el km seis me uno a dos corredores de Correcaminos. Tienen una edad superior a los cincuenta y visten mono de triatleta. Estamos por la zona de la avenida del Puerto.
Uno de los corredores de Correcaminos es bastante popular (Jesús) pues frecuentemente es reconocido y saludado por el, sorprendentemente, numeroso público que encontramos al llegar al puerto.
Le damos una vuelta al solitario y desierto circuito de fórmula uno. Sigo con el ritmo de 4’30’’ pero mis pulsaciones están al límite de lo razonable 158.
A partir del km 11 mis pulsaciones se sitúan en 160. Estoy fuera de lo razonable y no me estoy dando cuenta.
A la altura de la estación del Cabanyal me alcanza Jorge y empezamos a correr juntos. Charlamos un poco e intentamos seguir junto a los dos corredores de Correcaminos que llevan un ritmo bastante constante.
A partir del km 19 los km me salen a 4’35’’, mis pulsaciones no bajan de 162.
Le digo a Jorge que siga sin mi tras ver que mis pulsaciones se han puesto en 166.
La media maratón está situada en la calle Colón a la altura de El Corte Inglés. Debe ser precioso correr por las calles de Valencia y más aún cuando existe bastante público en la calle. Pero en esos momentos empezaba a preocuparme mi ritmo y pulsaciones seriamente, no podía disfrutar de las céntricas calles de Valencia.
Paso la media maratón en 1h35’30’’ y a partir del km 25 mis ritmos ya son superiores a 4’40’’.
Empiezo a darme cuenta de que me he equivocado completamente y a partir de ahora empiezo a sufrir. Mi pulso es elevado y el ritmo de carrera fuera de lo previsto. ¿Qué me ha pasado? ¿Dónde me he equivocado?
En el km 31 mi ritmo es superior a 4’50’’ y el grupo de las 3h15’ me sobrepasa. Les aguanto unos metros, mis pulsaciones se ponen cerca de 170. Estamos al lado del Bioparc.
Km 34 y mi ritmo ya es superior a los 5’ el km. No puedo correr junto a ningún grupo porque cada vez hago más lentos los km y no dejan de pasarme corredores. Empieza mi agonía
El bulevar Sur se me hará interminable.
Km 36 y el ritmo es de 5’30’’. Bajo las pulsaciones de las 160 porque me siento incapaz de ir más rápido. Me siento agotado de piernas aunque noto que no voy a tener problemas de rampas. Simplemente que mis piernas no pueden mantener el ritmo de carrera y me piden parar.
Llegan los puentes y túneles del bulevar Sur. Me siento agotado y defraudado. No voy a mejorar el tiempo del año pasado. No quiero abandonar a pesar de todo. Como sea debo acabar.
Corro con una sensación de fracaso encima y entre mis pensamientos está como explicar el tiempo final que voy a hacer. Con suerte bajaré de las tres horas y media.
¿Cómo explicar lo que me está pasando?
No estoy disfrutando, las piernas no responden y lo más fácil y sencillo sería abandonar.
Km 40 y el ritmo es de 6’ y las pulsaciones 155
Paso cerca de casa y recibo los ánimos de algunos vecinos y compañeros de equipo. Me quitan las ganas de abandonar pero el ritmo no mejora.
Km 41 ritmo 5’41’’
Ahora si que estoy convencido de acabar y no dejo de girar la cabeza pensando en que el práctico de las 3h30’ me puede pasar en cualquier momento. Finalmente el susodicho práctico quedará a casí diez minutos.
Km 42 ritmo 5’11’’
Tiempo final 3h21’’52’’
Conclusión. Volveré a correrla si puedo.
Comentarios
Qué larga fue la Ronda. Y enorme Ramón con su megáfono: "estáis pasando por territorio Climaturia".
Y, a pesar de tu desencanto, enhorabuena. Preparar un maratón y terminarlo siempre es una proeza, siempre un triunfo.
Garraty, ¿nos conocemos?