Estoy cabreado. Y como estoy cabreado vengo aquí para contarlo. Hace pocos días acabé de leer un libro que hacía tiempo quería leer: El monje que vendió su ferrari. No está mal el libro. Te hace pensar bastante y alguna lección positiva sacas. Y por otro lado empecé a leer otro libro que también tenía interés el leer: De que hablo cuando hablo de correr. No llevo muchas páginas leídas pero en principio me está decepcionando. Demasiadas obviedades para los que ahora o en algún momento de la vida hemos corrido de forma habitual. Y mi cabreo viene cuando leo historias de personajes que dedican su tiempo a visitar monjes en el Himalaya para alcanzar los más altos niveles del conocimiento humano y estabilidad del alma. Otros personajes de estos libros, se supone autobiográficos, se permiten dedicar su vida a escribir, leer y correr. Y yo entonces digo. ¡No me toques los huevos! A ver qué harían éstos si tuvieran que trabajar cada día. Pero no ocho horas, si no nueve o ...