A la hora convenida sonó el timbre del despacho de abogados. El abogado y propietario del despacho abrió la puerta sin saber exactamente el motivo de la cita, pero había algo de enigmático en la llamada de aquel posible cliente que le picó la curiosidad. El inicio de la conversación le pareció una tomadura de pelo. Ese tipo de historias eran lo más parecido a las leyendas urbanas y a pesar de no estar muy ocupado tampoco estaba dispuesto a perder el tiempo, mejor tomar un café en el bar de la esquina donde encontrarse con algún corredor de fincas con información fresca. Pero algunos datos y fechas le hicieron cambiar de opinión en el último momento. Manuel Castaño (el nombre es ficticio) se presentó como “cazador de tesoros” y sus investigaciones le habían llevado hasta Castellón tras la estela de una suculenta recompensa. Allí necesitaba un abogado que le apoyara y diera soporte legal a su trabajo. Había una importante herencia en juego y no podía dejar ningún cabo suelto. ...