Durante años he trabajado en polígonos industriales.
Son indudables las ventajas que ofrecen a las empresas pero a nivel humano dejan mucho que desear.
Por circunstancias profesionales estoy frecuentando el centro de la ciudad para acudir a unas oficinas. Las prisas no son mis compañeras en estos recorridos y por tanto puedo recrearme en todo lo que me rodea.
No sabía lo que me perdía por no trabajar en el centro de Valencia.
Lo primero que te sorprende son los escaparates de las tiendas de moda. Odio ir de tiendas pero ver escaparates de forma relajada no deja de ser un espectáculo. Ahora entiendo el porque de tanta oferta de empleo para “visual merchandiser” (escaparatista en la lengua de Cervantes).
Capítulo aparte son las dependientas de las tiendas de ropa femenina. Estoy seguro que las escogen con un solo motivo: Conseguir que las mujeres entren acompañadas de su pareja. Y claro que lo consiguen.
A ver cuando en las guías de las ciudades incluyen un apartado titulado algo así como las 100 dependientas más jamonas de la ciudad y como llegar allí. Sería un éxito. Los Zara, El Corte Inglés, HyM, etc… se volverían locos por patrocinar este apartado de las guías.
En un polígono y a las mismas horas puedes ver siempre las mismas caras. En la ciudad la variabilidad es mucho mayor.
Por trabajar en el centro de la ciudad parece que incluyen una cláusula en el contrato que obliga a vestir bien. En los P.I. parece ser que impera el mono, el vaquero, las mujeres con pantalones y llevar corbata queda para los muy jefes.
Tener un bar o cafetería cada 20 metros parece ser que obliga a tener un poquito más de imaginación en los desayunos y las tapas. El bar del polígono es habitualmente desangelado y triste.
Busco trabajo en el centro de la ciudad. Prometo colaborar en cualquier guía que elabore el ranking de las 100 dependientas más jamonas.
Son indudables las ventajas que ofrecen a las empresas pero a nivel humano dejan mucho que desear.
Por circunstancias profesionales estoy frecuentando el centro de la ciudad para acudir a unas oficinas. Las prisas no son mis compañeras en estos recorridos y por tanto puedo recrearme en todo lo que me rodea.
No sabía lo que me perdía por no trabajar en el centro de Valencia.
Lo primero que te sorprende son los escaparates de las tiendas de moda. Odio ir de tiendas pero ver escaparates de forma relajada no deja de ser un espectáculo. Ahora entiendo el porque de tanta oferta de empleo para “visual merchandiser” (escaparatista en la lengua de Cervantes).
Capítulo aparte son las dependientas de las tiendas de ropa femenina. Estoy seguro que las escogen con un solo motivo: Conseguir que las mujeres entren acompañadas de su pareja. Y claro que lo consiguen.
A ver cuando en las guías de las ciudades incluyen un apartado titulado algo así como las 100 dependientas más jamonas de la ciudad y como llegar allí. Sería un éxito. Los Zara, El Corte Inglés, HyM, etc… se volverían locos por patrocinar este apartado de las guías.
En un polígono y a las mismas horas puedes ver siempre las mismas caras. En la ciudad la variabilidad es mucho mayor.
Por trabajar en el centro de la ciudad parece que incluyen una cláusula en el contrato que obliga a vestir bien. En los P.I. parece ser que impera el mono, el vaquero, las mujeres con pantalones y llevar corbata queda para los muy jefes.
Tener un bar o cafetería cada 20 metros parece ser que obliga a tener un poquito más de imaginación en los desayunos y las tapas. El bar del polígono es habitualmente desangelado y triste.
Busco trabajo en el centro de la ciudad. Prometo colaborar en cualquier guía que elabore el ranking de las 100 dependientas más jamonas.
Comentarios
Y en los polígonos tampoco vestimos tan mal. Y de vez en cuando también se encuentran perlas en el barro.
Aunque reconozco que me encantaría trabajar en el Carmen.